Alaska, 1896. La aldea de lo que luego será Dawson City no es más que un asentamiento estacional que los indios Tr’ondëk Hwëch’ usan para la pesca en época estival. Se encuentra enclavado entre montañas y ríos de una naturaleza salvaje y vadeado por el Klondike, afluente del río Yukón que da nombre a la provincia canadiense homónima. Pero algo esta a punto de irrumpir de forma abrupta e irreversible en este paraje inaccesible, inmutable durante millones de años y habitado por más osos que por personas: el oro.

Aperecen las primeras vetas de oro en los montes colindantes con el asentamiento y un año después, en 1897 se funda Dawson. Se produce una avalancha humana sin precedentes. Los “cracks” económicos que han golpeado a EEUU en la misma década disparan el desempleo y la miseria. Muchos ven en en el preciado metal su vía de escape a tal situación. Se extrajeron en total 7.000 millones de dolares al cambio actual en oro.

Los periódicos culminan la jugada caldeando el ambiente con grandes titulares triunfalistas. La avalancha humana no se hace esperar. Se calcula que unas cien mil personas acudirán a la llamada durante los dos años que dura la fiebre. Apenas cuatro millares conseguirán su propósito. La mayoría llevarán una vida de miseria en unas condiciones pésimas para volver sin nada.

La población del nuevo asentamiento alcanzará rápidamente las 40.000 personas de las cuales la mitad eran buscadores de oro y la otra mitad se había desplazado para proveer de servicios a los primeros. En 1902, cuatro años después de la efímera fiebre solo quedaban 5.000 personas. A día de hoy la ciudad suma apenas 1.200 habitantes, algunos de los cuales sigue dedicándose al negocio minero aunque el turismo ha ganado terreno en las últimas décadas.

En 1902, se añade a Dawson el termino “City” y se le otorga el estatus de capital de la provincia de Yukón como consecuencia de esta masiva inmigración. Disfrutó de este privilegio hasta los años 50 cuando la población apenas alcanzaba los 2.000 habitantes y la capitalidad se traslada a Whitehorse. El ferrocarril que se usaba para acercarse hoy es usado solo por los turistas, unos 60.000 al año (que junto con la minería constituye el principal motor económico).

Canadá tiene una historia muy interesante de nativos, exploradores, pioneros y colonos. Si estamos pensando realizar algún curso de inglés en el país puede sernos de interés informarnos un poco de historia para poder disfrutar más aún la experiencia comprendiendo que el "ayer" forma parte del "hoy" y sin ellos no se entiende el "mañana".

La ciudad de Dawson coqueteó con la hambruna varias veces. Todo era muy caro en la región, los precios se disparaban hasta el absurdo. La artificial ilusión de abundancia sin fin que flotaba en el ambiente hacia que se pusieran en venta casas por el equivalente actual a millones de dolares… ¡en un pueblo perdido de Alaska! Algo más de un kilo de mantequilla costaba el equivalente actual a 150 dolares por lo que lo normal era cargar todo lo posible en el viaje de ida. La parte buena es que también los salarios eran muy altos, quintuplicando los sueldos estándar.

Los prohibitivos precios unido al muy hostil medio natural, y a la ausencia de frutas frescas redundó en que muchos mineros desarrollaran escorbuto y otras enfermedades y que volviesen a la civilización con un bolsillo más exiguo y una salud deteriorada.

En la actualidad es posible recorrer la ruta de varias semanas que hacían los mineros para llegar a Dawson desde el puerto costero a unos 1.000 kilómetros. Algunos asentamientos como la vecina Dyea en la que hicieron escala miles de mineros hoy se encuentra desaparecida. El barco utilizado para recorrer el río Yukón hasta Dawson fue retirado hace años y hoy en día solo se puede acceder con canoa en un periplo que dura unos 12 días. Se despilfarraba mucho oro. La huella de la “gold rush” impregna aun el ambiente y nutre al ambiente de ese halo de nostalgia, abandono y glorias pasadas.

Esta historia ha sido plasmada en varias obras cinematográficas y literarias entre otras disciplinas. Es probable que la más conocida de ellas sea la película La Quimera del Oro, joya del cine mudo del genio Charlie Chaplin. En ella el británico nos muestra con su peculiar ironía y sentido del humor a que turbios extremos puede llegar el ser humano a través de la codicia y la ambición.

Muestra a personas asalvajadas pasando unas penurias horribles solo por el engañoso sueño de hacerse ricos. En la línea ideológica del autor se encuentra una crítica velada a la competencia feroz del capitalismo, que hace de lo material el anhelo de todos los hombres, alienándolos.

Proceso similar vivió el gran escritor Jack London que vivió en primera persona la amarga experiencia como buscador de oro en 1896. Su concepción sobre el trabajo cambió a raíz de las rocambolescas escenas que tuvo que presenciar en esas latitudes y decidió vivir de la escritura. Sus experiencias buscando oro quedan plasmadas en “A Relic of the Pliocene” y en “To Build a Fire”.

 


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